Los Manantiales

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Renovación para el alma

jueves, 17 de julio de 2008

Salmo 23 de prosperidad

Por algunos años yo había estado viajando en representación de una gran compañía. En una de mis rutas, tenía un viejo y muy especial amigo llamado el hermano Benton. Así lo conocían en el pueblo. El casi siempre tenía un pedido para mí. Pero aunque no lo tuviera, de todas, maneras, era un placer para mí hacerle una visita. Siempre estaba alegre, y su conversación era tan agradable. En una de mis visitas me hizo un pedido mucho más grande que de costumbre y no vacilé en recomendar a la compañía para que le diesen atención especial a este pedido. Después de seis meses de haberme colocado aquella orden grande, mi oficina principal me notificó que su cuenta se hallaba en mora y que debía visitarle tan pronto como me fuese posible a fin de cobrarle lo que debía. El hermano Benton no había cancelado porque había estado enfermo y había durado algunos meses en cama. La noche antes de llegar a su pueblo, no pude dormir. Tratando de encontrar la forma de evitar el procedimiento legal contra mi viejo amigo. Me quede dormido porque soné que estaba visitando a mi amigo y que nos hallábamos sentados en la sala de su casa rodeados de todos sus familiares. El se volvió hacía mí y me dijo. Vamos a leer el SALMO 23".
"¡Comenzó a leer y me quedé sorprendido de las palabras que oía! Yo había aprendido aquel Salmo hacía mucho tiempo en la escuela dominical, y nunca me olvidaré que "El Señor es mi pastor". Mi corazón se llenó de jubilo cuando escuché las palabras que él leyó, ¡aun cuando nunca antes las había escuchado en esa forma! El leyó: "El Señor es mi banquero; no fracasaré. El me hace acostar en minas de oro; él me da la combinación de su caja fuerte. El restituye mi crédito; él me enseña como evitar un juicio por amor a su nombre. Por eso, aunque camino en sombras de deudas, nada temo, porque tú estas conmigo; tu plata y tu oro me salvan. Tú preparas un camino para mí en presencia de los cobradores; tú llenas mis tanques con aceite y mi medida rebosa. Seguramente la bondad y la misericordia me seguirán por todos los días de mi vida; y yo haré negocios en el nombre del Señor." Después de que hubo leído la Escritura, se arrodilló y oró. En mi vida nunca había oído tal plegaria. Casi me quedé sin respiración cuando él pidió al Padre Celestial bendecirme porque era su amigo, "Con su "Amén", me desperté de un salto!
El hermano Benton canceló todo el dinero con los intereses por todos los meses que él no había podido pagar.
La Fe del hermano Benton estaba firmemente fija en Dios, y sus palabras lo probaron. Dios honró la fe del hermano proveyendo para su necesidad.
Tomado del libro lo que dices, recibes por Don Gossett

1 comentario:

eglis velasquez dijo...

GRACIAS POR ESTE MENSAJE TAN BELLO QUE ME HA LLEGADO CUANDO MAS LO NECESITABA DIOS ME HA ESCUCHADO MI PETICION GRACIAS PADRE
EL SEÑOR ES MI PASTOR NADA ME FALTA

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